miércoles, 4 de junio de 2025

Lobo negro

No vino de fuera,

no cruzó los montes ni los bosques ajenos;

nació en mi silencio,

de palabras tragadas y sueños enfermos.


Sus ojos no miran,

desentierran.

Rasgan la calma de mis madrugadas

escarbando en tierra magullada. 


Tiene hambre de mí,

de lo que escondo bajo la carne que sonríe.

Se alimenta de viejos miedos,

de certezas, y de deseos.


A veces lo encierro,

con cadena liviana de versos y rezos,

pero siempre hay rendijas,

y el lobo es experto en volverse lamento.


Y cuando al fin las manos cedan,

cuando ya no haya fuerza que lo contenga,

el lobo cruzará el umbral.

No gruñe. No corre.

Solo se sienta en mi pecho

y me mira.


Y yo…

yo ya no sé si quiero matarlo

o mirarme en sus ojos,

y que me cuente

todo lo que habría sido.

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