miércoles, 19 de noviembre de 2025

Fuera y dentro

Llueve, dentro y fuera, 

y cada gota sabe caer con una resignación conocida,

como si supiera que su mundo no la escucha

y aun así insistiera.


Dentro, el cristal tiembla con diminutos latidos

que no son míos

pero duelen igual.

Ti tá, ti tá... 


Fuera, el paisaje se deshace,

descolorido, diluido, cansado,

como esa verdad que ya no tiene fuerza

para sostenerse en pie.


Fuera, todo es un borrón ocre,

el álbum de fotos que ella dejó

demasiado cerca del olvido.


Dentro, desde mi dentro, 

solo veo cómo la lluvia

se toma su tiempo para caer,

exactamente el mismo tiempo

que tarda un pensamiento triste

en instalarse donde sabe que no lo quiero.


Dentro, reconozco algo en estas gotas

que me traen su recuerdo:

esa forma de aparecer sin avisar,

de quedarse donde duele,

de deslizarse lento,

de desaparecer sin despedirse.


Fuera y dentro, 

la tristeza tiene el mismo sonido,

el mismo olor a tierra mojada,

este color de finales,

y esta torpeza suya

para decir sin decirlo

que ya no queda nada que esperar.

 

jueves, 5 de junio de 2025

Sed sin nombre

Cada noche me acuesto

con fuego en la piel

y el silencio en la espalda.

Te miro —a veces duermes,

otras finges que no existo—

y me muerdo las ganas

como un perro atado a un poste

en mitad del invierno.


No te culpo,

aunque a veces quisiera.

Sólo duele la necesidad, 

este deseo sediento, 

como una hiedra salvaje

trepando por dentro,

mientras el tuyo

se marchita sin ruido,

como flor que no pide perdón al secarse.


He intentado ser ternura,

ser juego,

ser espera.

Pero a fuerza de rechazo

uno deja de tocar

por miedo a quebrarse.


Y me pregunto

si este amor aún nos contiene,

o si sólo queda

la costumbre de no soltar.


¿Será esto la vida que me queda?

Un lecho frío,

una sed sin nombre,

una puerta que no se abre jamás.


No veo salidas.

El amor no vuelve.

El deseo no cesa.

Y a veces pienso —sin dramatismo,

sin sangre—

que tal vez la muerte

sea la única pausa posible.

miércoles, 4 de junio de 2025

Lobo negro

No vino de fuera,

no cruzó los montes ni los bosques ajenos;

nació en mi silencio,

de palabras tragadas y sueños enfermos.


Sus ojos no miran,

desentierran.

Rasgan la calma de mis madrugadas

escarbando en tierra magullada. 


Tiene hambre de mí,

de lo que escondo bajo la carne que sonríe.

Se alimenta de viejos miedos,

de certezas, y de deseos.


A veces lo encierro,

con cadena liviana de versos y rezos,

pero siempre hay rendijas,

y el lobo es experto en volverse lamento.


Y cuando al fin las manos cedan,

cuando ya no haya fuerza que lo contenga,

el lobo cruzará el umbral.

No gruñe. No corre.

Solo se sienta en mi pecho

y me mira.


Y yo…

yo ya no sé si quiero matarlo

o mirarme en sus ojos,

y que me cuente

todo lo que habría sido.

domingo, 14 de junio de 2009

Mirada esmeralda de verde esperanza

Óvalos verdes, profundos, transparentes,
de serena inquietud y clara duda,
si chispean cuando topan mi mirada,
cuando callan en la llama más desnuda,
cuando rozan mis manos su tez sola
en cálida caricia intencionada,
y en bella dualidad de visión mía,
¿qué cae en mi cuerpo y lo ensalza
y lo hace perecer y lo viste de hierba
escarchada dueña de un rayo de luna?
¿Qué arroja un halo triste en mis
embarradas pupilas,
aunque, a un tiempo, borbotee eterna
la alegría?
Mirada esmeralda de verde esperanza,
quiero que me mires,
que me des la vida,
que me tengas,
y yo tenga
tu mirada
encerrada
en la mía.

Niña fea

Mañana te veré, niña fea,
y te diré sonriente
que me alegro de verte,
que cuánto tiempo hace
y qué me cuentas.
Seguro que sonreirás, querida niña fea,
y respondiéndome gritarás
cosas que no oiré
porque ya no me interesan.
Eres tú, tu mundo y tu ombligo,
tu vida, tu problema y luego,
luego el amigo.
Quizás si te dieras un poquito
verías doblemente a la gente
que cruza despacio la calle,
sin llamar la atención,
y que no te mira
porque sólo eres una niña fea,
fea y gorda de comer
egoísmo
y basura
y patetísmo.

lunes, 1 de junio de 2009

Un sentimiento

Caminas solo por la calle
buscando a alguien con quien hablar,
pero algo te sigue, tú lo notas,
allá por donde vas.
Doblas la esquina y notas su presencia;
vas a tu cuarto, cierras la puerta,
y no se va.
Bajas al parque, miras a la gente,
y lo sigues sintiendo.
Algo que te mira, te toca, te giras
y no está.
Te angustias, no sabes lo que es.
Solo. Quieres estar solo.
Pero algo te pisa los talones
hasta que te llega la muerte.
En tu entierro no ves a nadie.
Ni amigos, ni familia: nada.
Sólo estás muerto. No es tan grave.
Caminas solo por la calle
que transcurre sola por la ciudad,
y notas que algo te sigue
sólo a ti: la soledad.

Cada treinta de mes

Corre la sangre nueva por primera vez
a la niña entre las piernas,
derrama la savia,
alarmada, con las piernas abiertas.
Tranquiliza la madre la escena:
rasgada su niña llora sangre nueva.
El padre, nervioso, observa callado,
impotente ante de su niña la pena.
"No te preocupes, mujer,
tu hija exagera".
A los padres debió de perdérseles
de la sensibilidad, la media.
En la niña se ve, de buenas a primeras,
mujer madura
envuelta en torpeza
sangrando desnuda
vestida en belleza.