lunes, 4 de mayo de 2009

Dudas

Aquella noche resbaló un beso
en su cuello y en su sexo.
Con el roce
se deslizó un pétalo rojo de rosa,
y luego otro y otro
surcaron su piel suave.
-Abrázame, Pablo, cariño.-
me dijo con voz quebrada.
-Déjalo, mujer,
volvamos a casa
antes de que nos descubra
el jodido amanecer-.
Un beso, sólo un beso,
nos unió un instante en la eternidad.
Un Abrazo la uniría a mí,
a mi vida, a mi muerte, a la noche
eterna y fugaz
para siempre, para nunca,
eterna y tiernamente.
La uniría a la música, al arte,
a la poesía
y a la sangre.

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