De clara oscuridad y siniestra duda
se viste la luna
cuando mi corazón se para
buscando su cuna.
Corazón sin empleo,
que llora lágrimas
de sal en la herida,
no corras a consolarte en el hechizo
de la mirada cruel:
tú eres el responsable
de que en todo haya sangre,
que la sal, por ser sal,
sale;
de que quien habla mande,
de que hayas pasado dentro de mí
años cantando sin cantar,
siglos bebiendo sin saciarte.
Alégrate más bien,
¡oh, corazón!
por seguir vivo:
alguien mandó que la vida
te mantuviera frío,
alguien mandó que un ángel
te despertase rico.
lunes, 25 de mayo de 2009
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